Mi oda a Estambul

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Ahí me esperan las siete damas, vestidas de blanco de acuerdo a la estación. Cada una majestuosa, cada una con un maravilloso diadema de oriente.

Hace frío, subimos a un taxi que nos lleva directo al hotel, puede ser el cansancio pero nada nos llama la atención. En el hotel nos informan que la egoísta cuidad este año, caprichosa como una reina, no quiere que visitemos a nadie más que a ella.

Aeropuertos cerrados, adiós a Capadoccia. Adiós a las famosas ruinas y a los lugares paradisíacos.

Oh mezquina Bizancio.

Tanta necesidad de que te vean? Tanta falta de cariño que no nos presentas el resto de tu país? Porque nos ocultas las bellezas olvidadas de lo que fuera el faro del mundo?

Tres días nos ofreces y tres días nos tomaremos.

A primera hora de la mañana, en aquella mágica plaza donde los brotes de las flores más preciosas se pelean contra la nieve cruda y cansina. Aquella flor se yergue para vencer con su color al más pálido de los inviernos.

Y observamos la geometría aplicada a la materia sólida, majestuosa con su traje rosa, mezcla de fortaleza y hogar sacro. La camaleónica Hagia Sofía descansa como una vieja señora y según la estación se viste de iglesia o de mezquita. Ella que dentro de su saco lleva altares y minaretes. Y así, como dijo Procopio, la Haya Sofía "suspendida del cielo por una cadena de oro" encara a su rival.

Al frente, nos quita el habla su imponente fachada de tonos azules y grises, y pavonea orgullosa sus seis alminares. La señora, elegante y coqueta se hace llamar la Mezquita Azul. Y cuando uno piensa que ya nos ha enseñado todo, esta abre sus puertas para bañar nuestras miradas con los más diversos y preciosos mosaicos.

Una al frente de la otra, mostrando sus mejores galas. El ying y el yang.

Oh Bizancio

Oh grandiosa Constantinopla

Años después de haber caído aún nos enseñas la tolerancia de credos.

Dejamos atrás a las viejas rivales y seguimos nuestro recorrido, nos paseamos por la cuidad donde los mercaderes nos invitan, sin aceptar un no por respuesta, a tomar su famoso té de manzana. Y que bien entra, cuando el frío te cala los huesos. Y así, tratados como reyes nos deslumbran con sus diversas mercancías. Y no se puede omitir la más impactante de estas, las alfombras persas. Dignas de Aladino, como salidas de una lámpara maravillosa. Que tejidos más bellos, que patrones más trabajados y todo con la seda más rica del mundo.

Sin darnos cuenta, caminando ebrios de bonanzas. Nos introducimos en el mágico mundo del mercado, conocido como "El Gran Bazar". Todo está ahí, Todo tiene un precio. Sin embargo en esta tierra el precio es sólo una invitación al regateo. No me atrevería a ofender a ninguno, así que lo regateo todo. Que bello arte donde cada cosa no tiene más valor que el legítimamente acordado por los dos interesados. Y si bien ambos asumen que ganaron, ambos se irán diciendo que les han robado. Todo está aqui, las más diversas modas venidas desde las más distantes tierras, las mejores replicas, narguiles, animales, comida y las más exóticas especies que inundan de color y aroma al mercado.

Salimos del Gran Bazar contentos, aunque nos han robado...

Un día entero dedicamos a admirar el "Palacio de Topkapi". Lo que vimos ahí es simplemente impresionante. El palacio ostenta riquezas tales que ridiculizan las baratijas de los monarcas europeos. Perlas, oro, diamantes, esmeraldas y piedras preciosas por doquier. Todo es áureo desde el trono hasta la cuna del delfín. Y su arquitectura nada tiene que envidiarle a Versalles. Todo brilla, todo grandioso. Vemos porcelanas de la china. Mosaicos arábicos, preciosas alfombras persas. Que gusto, todo lleno de detalles, todo riquezas y todo historia!

Sin embargo la nieve cubrió los jardines del sultán y nos oculto sus colores y formas.

Nuestro último día subimos a bordo de un barco que terco como el sólo nos quiere presentar; aún contra la voluntad del viento y la lluvia; el maravilloso "cuerno de oro". Ahí nos paseamos por el tranquilo estrecho del Bósforo que por un lado une el "mar de Mármara" con el "mar muerto" y por otro intenta separar a oriente de occidente.

La niebla reinante en este frío invierno genera una extraña magia en el lado oriental.

Oh poderoso Bizancio

Oh grandiosa Constantinopla

Tres días no fueron suficientes. Como la más cruel de las torturas griegas, sólo me diste una pincelada de tus encantos.

Pero te prometo esto Estambul

Algún día volveré...