A Mi Generación

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Quien dice que no vivimos tiempos interesantes?

He escuchado a amigos que me aseguran que todo está hecho, que ya no vivimos tiempos interesantes, que somos una generación perdida. Se nos acusa de no involucrarnos, de dejarnos estar, de pasar horas mirando la televisión o jugando a algún juego de video. Muchas veces se nos acusa de ser flojos por no querer vivir para el trabajo. Se nos acusa de inconscientes por no seguir las reglas.

Yo pienso que nuestra generación es extraña. Vivimos en una época en donde lo podemos tener todo. En donde todo está al alcance de la mano. Lo vemos cada día en los miles de comerciales y anuncios. Día a día a mi generación le llegan miles de propagandas mostrándonos lo que podemos tener. Sin embargo por alguna razón muchos nos quejamos que no tenemos nada.

Vivimos en un momento en que deseamos tenerlo todo. Si aparece un auto nuevo lo deseamos, si aparece un nuevo computador nos apetece tenerlo también, da igual si ya somos dueños de uno nuevo, para mi generación ya es considerado viejo. Y sin embargo no queremos nada. Todo es desechable. Ya le perdimos el respeto a las cosas materiales. Para nosotros son tan sólo herramientas que usamos o dejamos de usar según nuestros intereses.

En esta época el conocimiento está por doquier. Y sin embargo cada vez somos más ignorantes. Simplemente no entendemos para que tener que estudiar y memorizar tanta información. Para que si lo que se nos debería enseñar, lo que nosotros debemos aprender rápido y por nuestra cuenta es a buscar a investigar de manera critica, a elegir la información que de verdad necesitamos, a dilucidar que es cierto, a cuestionar nuestras fuentes.

Como no vamos a vivir tiempos interesantes si hoy todo depende de nosotros. Ya hemos dejado atrás esos tiempos en que un rey, emperador, dictador nos decía que hacer. Ya dejamos atrás los tiempos en que la religión nos dictaba las reglas de moral. Ya nadie toma las decisiones por nosotros. Las tenemos que tomar nosotros mismos.

Si queremos cambiar nuestras vidas, ya no podemos culpar a otro. Antiguamente uno nacía en una familia pobre y ya no te quedaba otra opción que vivir esa vida. Te elegían a la persona con la que vivirías por siempre. Se te daba un guión escrito de como debía ser tu vida. Ya no, ahora sabemos que somos los únicos responsables de ella. Nosotros ahora elegimos. Y podemos si así lo deseamos ir y cambiar nuestras vidas de raíz sin más.

Sabemos que si queremos vivir en un mundo mejor, sólo tenemos que hacerlo, ya sabemos que se puede, sin embargo muchos no lo hacemos porque seguimos en esa transición. El ser responsable de nuestras vidas, de nuestro mundo. No es fácil. Y nunca se ha hecho antes. Es lógico que algunos aún tengamos miedo, que aún nos dejamos mover por la codicia y por la vieja escuela.

Sin más seguimos los valores y la forma de vivir que se ha utilizado por dos mil años. Muchos, nos obligamos a pensar en el futuro, siempre el futuro porque hay que ser previsor, y lo hacemos tanto que nos olvidamos de vivir el presente. Vivimos siendo miserables porque pensamos tanto en el mañana que dejamos de lado el ahora sin darnos cuenta que el mañana no existe. Ya no. Ahora todo gira tan rápido que es inútil pensar en el futuro porque este cambia a cada segundo.

Como no van a ser tiempos interesantes?
Si podemos tenerlo todo, sólo tenemos que elegir lo que queremos
Si cada día tenemos nuevas herramientas, y estás no controlan nuestra vida
Si hoy investigando un poco tenemos todo el conocimiento del mundo
Si ahora somos nosotros los dueños y únicos responsables de nuestro destino
Si tenemos el poder de cambiar nuestra vida y re crearla cuantas veces queramos

Si por primera vez la humanidad está aprendiendo a vivir en vez de tan sólo sobrevivir.

Mi oda a Estambul

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Ahí me esperan las siete damas, vestidas de blanco de acuerdo a la estación. Cada una majestuosa, cada una con un maravilloso diadema de oriente.

Hace frío, subimos a un taxi que nos lleva directo al hotel, puede ser el cansancio pero nada nos llama la atención. En el hotel nos informan que la egoísta cuidad este año, caprichosa como una reina, no quiere que visitemos a nadie más que a ella.

Aeropuertos cerrados, adiós a Capadoccia. Adiós a las famosas ruinas y a los lugares paradisíacos.

Oh mezquina Bizancio.

Tanta necesidad de que te vean? Tanta falta de cariño que no nos presentas el resto de tu país? Porque nos ocultas las bellezas olvidadas de lo que fuera el faro del mundo?

Tres días nos ofreces y tres días nos tomaremos.

A primera hora de la mañana, en aquella mágica plaza donde los brotes de las flores más preciosas se pelean contra la nieve cruda y cansina. Aquella flor se yergue para vencer con su color al más pálido de los inviernos.

Y observamos la geometría aplicada a la materia sólida, majestuosa con su traje rosa, mezcla de fortaleza y hogar sacro. La camaleónica Hagia Sofía descansa como una vieja señora y según la estación se viste de iglesia o de mezquita. Ella que dentro de su saco lleva altares y minaretes. Y así, como dijo Procopio, la Haya Sofía "suspendida del cielo por una cadena de oro" encara a su rival.

Al frente, nos quita el habla su imponente fachada de tonos azules y grises, y pavonea orgullosa sus seis alminares. La señora, elegante y coqueta se hace llamar la Mezquita Azul. Y cuando uno piensa que ya nos ha enseñado todo, esta abre sus puertas para bañar nuestras miradas con los más diversos y preciosos mosaicos.

Una al frente de la otra, mostrando sus mejores galas. El ying y el yang.

Oh Bizancio

Oh grandiosa Constantinopla

Años después de haber caído aún nos enseñas la tolerancia de credos.

Dejamos atrás a las viejas rivales y seguimos nuestro recorrido, nos paseamos por la cuidad donde los mercaderes nos invitan, sin aceptar un no por respuesta, a tomar su famoso té de manzana. Y que bien entra, cuando el frío te cala los huesos. Y así, tratados como reyes nos deslumbran con sus diversas mercancías. Y no se puede omitir la más impactante de estas, las alfombras persas. Dignas de Aladino, como salidas de una lámpara maravillosa. Que tejidos más bellos, que patrones más trabajados y todo con la seda más rica del mundo.

Sin darnos cuenta, caminando ebrios de bonanzas. Nos introducimos en el mágico mundo del mercado, conocido como "El Gran Bazar". Todo está ahí, Todo tiene un precio. Sin embargo en esta tierra el precio es sólo una invitación al regateo. No me atrevería a ofender a ninguno, así que lo regateo todo. Que bello arte donde cada cosa no tiene más valor que el legítimamente acordado por los dos interesados. Y si bien ambos asumen que ganaron, ambos se irán diciendo que les han robado. Todo está aqui, las más diversas modas venidas desde las más distantes tierras, las mejores replicas, narguiles, animales, comida y las más exóticas especies que inundan de color y aroma al mercado.

Salimos del Gran Bazar contentos, aunque nos han robado...

Un día entero dedicamos a admirar el "Palacio de Topkapi". Lo que vimos ahí es simplemente impresionante. El palacio ostenta riquezas tales que ridiculizan las baratijas de los monarcas europeos. Perlas, oro, diamantes, esmeraldas y piedras preciosas por doquier. Todo es áureo desde el trono hasta la cuna del delfín. Y su arquitectura nada tiene que envidiarle a Versalles. Todo brilla, todo grandioso. Vemos porcelanas de la china. Mosaicos arábicos, preciosas alfombras persas. Que gusto, todo lleno de detalles, todo riquezas y todo historia!

Sin embargo la nieve cubrió los jardines del sultán y nos oculto sus colores y formas.

Nuestro último día subimos a bordo de un barco que terco como el sólo nos quiere presentar; aún contra la voluntad del viento y la lluvia; el maravilloso "cuerno de oro". Ahí nos paseamos por el tranquilo estrecho del Bósforo que por un lado une el "mar de Mármara" con el "mar muerto" y por otro intenta separar a oriente de occidente.

La niebla reinante en este frío invierno genera una extraña magia en el lado oriental.

Oh poderoso Bizancio

Oh grandiosa Constantinopla

Tres días no fueron suficientes. Como la más cruel de las torturas griegas, sólo me diste una pincelada de tus encantos.

Pero te prometo esto Estambul

Algún día volveré...
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