Una de esas noches

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Empezó como siempre, entre risas y bromas. La verdad es que lo estábamos pasando muy bien. El grupo como siempre muy homogéneo, yo, ella y su hermano, un inglés. un polaco. Por su puesto el hermano no entendía nada de inglés lo que hizo la fiesta aún más graciosa entre traducciones y los enredos del lenguaje. Es cierto que todo comenzó como a las 6pm. Las pintas iban subiendo por nuestra sangre. Estábamos muy entretenidos. Y una tras otra la cerveza desfilaba por nuestra meza.

Hasta que llego él.

Se le veía muy magullado y notoriamente borracho. No sé porque razón. Que fue lo que lo movió a sentarse entre nosotros. Pero lo hizo. Se acerco, acercó una silla y se sentó. Como si fuera uno del grupo. En el momento no nos importó claro. Queríamos reír, contar historias y pasar la velada como siempre. Ya contentos, dejamos de lado la vergüenza y preguntamos sin más por las lesiones en su rostro. El respondió que le habían golpeado. Pero tan escueta respuesta no satisfacía nuestra curiosidad. Vamos! El no se ve como un busca pleitos. Algo tenía que haber pasado y si teníamos suerte algo gracioso. El inglés se puso a hurguetear entre las bolsas de este y encontró una revista gay. Eso ya desencadenó nuestro apetito, la intriga ya era muy grande. Porque teníamos sentado al frente a este hombre ya de 40 y algos pero con rostro de niño golpeado y con una revista gay entre sus cosas. No es que nos importe pero sabíamos que el no lo era. Así que empezamos a indagar sin tapujos. Y al final rescatamos varias frases sueltas.

"Quería aprender" "Fui a una discoteca gay"

Nosotros no entendíamos nada pero no dejamos pasar lo gracioso de la situación. Le preguntábamos, porque había ido a una discoteca de ambiente si el estábamos todos seguros no era de ese estilo. Y el seguía con frases inconexas.

""Quería aprender" "Entre y cuando un hombre trato de bailar conmigo le trate de pegar"
Nosotros no podíamos creerlo. Ya nada tenía sentido. Porque ir a una discoteca de ambiente y pegarle a alguien que quiere bailar contigo. Entre risas tratábamos de obtener alguna explicación a esta actitud tan irracional. No obtuvimos respuestas, sólo muchas carcajadas. Pero ya después de un rato, las pintas vaciás nos calmaron un poco y decidimos ir por más. Era nuestro turno de nuevo.
Al medida que nos acercábamos a la mesa se podía sentir el cambio en el ambiente. Mi novia de pie le gritaba que se fuera. Y el tan sólo miraba como si no comprendiese el idioma y reía, empeorando claro la situación. Al acercarme y sentarme junto a ella le pregunto que ha pasado y sólo me dice que se pasó de la raya y que no quiero que esté con nosotros más tiempo. Yo no puedo creer lo que veo, nunca la había visto así. Perdió el control de repente sin más. Lo miro a él y le pregunto que es lo que está pasando. Y el sólo se limita a reír y mirarme como si no comprendiese con su rostro magullado. Le digo que se vaya. Me paro frente a él y se lo repito. Al final el toma sus cosas y se pone en pie. Todos nos tranquilizamos un poco, ya que por fin parece como que se va a ir. Sólo queremos pasarlo bien. Pero él va y se sienta en la mesa del lado. Nosotros tratamos de ignorar esto. Pero el se para y se nos acerca para seguir hablando. Que pasa por su cabeza no lo sé. Pero le repetimos una y otra vez que nos deje en paz, que no queremos ya su compañía. Hubiese sido tan fácil se tan sólo se hubiese ido.

Yo le pregunto a mi novia que es lo que ha dicho que es lo que ha hecho, y ella se rehúsa a responder. Sólo lo hace cuando no quiere que me enfade. Pero esta vez la artimaña no funciona. Me levanto y voy a su mesa y le comienzo a preguntar que es lo que le ha dicho. El inglés ya se da cuenta que yo me estoy empezando a calentar y intenta suavizar las cosas. Sus risas y miradas extrañas me van enojando cada vez más. Cuando ya sé que voy a perder los estribos, veo la mano del inglés cogiéndolo por el hombro, sin mayor fuerza lo levanta y comienza a llevar a la puerta del bar. Todo esto diciendo que ya no lo queremos en nuestro bar. Él magullado se agarra de cuando poste o silla encuentra para no ser sacado del bar. Y al final logra sujetarse a una barandilla cerca de la puerta. Yo tomo sus manos y las suelto sin la necesidad de hacer demasiada fuerza. Y el inglés va y lo empuja por las puertas hacia afuera dejando claro que no lo queremos ver por aquí más.

Una vez afuera, las cosas comenzaron a calentarse cada vez más. El, tozudo como ninguno quería volver a entrar. Yo ya cabreado quería que se largara, de una u otra forma. A esta altura ya todo daba igual. Y cuando ÉL acusa al ingles de racismo, este se transformo, toda la calma y tranquilidad características se transformaron en rabia y de un sólo derechazo bien dado lo mandó a piso, dejándole una marca más en su rostro. Cuando dio la escusa de ir a buscar sus cosas. Yo entré al bar, cogí la bolsa y la revista y se las tiré al piso. Ya esperábamos que todo fuera a acabar. En eso llego el manager del bar, uno de nuestros mejores amigos. El logró hacernos entrar en razón, a mi y al inglés. Y así nos refugiamos dentro del bar. Sin embargo el se mantenía afuera golpeando las ventanas y puertas. Ya había perdido todo atisbo de cordura.

En eso comenzó a gritar cosas sobre mi novia, pero ella me hizo prometerle que no saldría a defenderla. Y la verdad es que no valía la pena, ya habíamos ganado. Y decidimos esperar a que el se retirase. Bastante tiempo esperamos entre llanos inhumanos que terminaban en risas psicóticas. Nada de esto era normal. Pero al final, como a un niño que no le das atención el se cansó, tomo sus cosas y se fue.

Nosotros esperamos un rato más. Nos miramos unos a otros sin creer lo que había pasado. Ahí fue que nos damos cuenta que nos falta uno. El hermano de mi novia, no estaba. Y un tiempo después sale del baño al final del bar y nos dice:

"Yo, es que no me enteraba así que me fui a mear..."

El Escudero

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Un día más. Me despierto, tomo sus armas, su armadura; las lustro y arreglo. Le preparo el desayuno. Arreglo su caballo. Cuando el ya esta listo, si así lo desea lo ayudo a practicar. Noto como mejora cada día, como su orgullo y autoestima crecen. Ha ganado ya varios torneos. Y tiene filas de doncellas esperando ser cortejadas por él.

Lo he seguido desde que nací. El siempre a caballo y yo siempre trotando a su lado.
La verdad es que lo quiero como si fuese mi hermano. Cada uno de sus éxitos eran una pequeña alegría para mí.

Pasado los años, lo veo fuerte, sano, experto en lo que hace. Estoy orgulloso por él.
Sin embargo hay una sensación que me esta carcomiendo. Al principio era sólo una leve molestia, ahora no me deja dormir. No estoy enfermo.

Me siento vacuo, me doy cuenta de que mi vida siempre ha sido pensando en lo mejor para él, todos los momentos de orgullo y felicidad son suyos. Que he hecho yo. Nada.
Y entonces pienso, si no estuviese mi caballero que sería yo? He vivido largos años sus sueños, olvidando los míos. Algo a cambiado, necesito algo más. No quiero seguir llevando esta lanza, este escudo, esta espada. No quiero limpiar la sangre que él ha derramado.

Mañana será un día distinto. Me levantaré más temprano. Si supiese escribir quizás dejaría una nota. No tomaré nada más que mis andrajosas prendas y me iré. El ya no me necesita, y yo tampoco a él. Que no se mal entienda no tengo celos, ni tampoco envidia.
No creo que sea una despedida, aunque no nos veremos por mucho tiempo. Yo estoy cambiando y él quizás ya no me reconocería. Ni siquiera yo me reconozco ahora. Aunque me estoy empezando a crear a mi mismo, a conocer.

Tengo miedo, lo admito. Yo no soy un caballero. Y los senderos son más oscuros y peligrosos para los que no tenemos armas.

Hasta hoy siempre estuve protegido por mi caballero, y sabía que mientras él estuviese cerca yo estaría a salvo. Pero he decidido arriesgarme, me iré a un nuevo pueblo. No sé si me quedare ahí pero probaré suerte. Trabajaré en una posada, o quizás me vuelva un bardo, creo que si aprenderé a tocar el laúd. Conoceré a una doncella, o quizás a una simple campesina.
Lo único seguro es que viajaré todo lo que me den estas piernas. Será mucho, pero el correr al lado del caballo me ha entrenado bien.

Un día volveré a presentarme frente al caballero. Lo miraré de igual a igual y le diré este soy yo. Mírame. Dame un abrazo hermano, porque he cambiado, he salido a vivir. Luego lo invitaré a tomar una copa de vino y comer un pedazo de pan. Y hablaremos la noche entera sobre nuestras aventuras.
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